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Las películas, los documentales, los cortometrajes podrían ser cruciales en el posconflicto. En países como Guatemala y Argentina ya han servido para la reparación de las víctimas.
Hace unos días, la Universidad Panamericana de Bogotá realizó un encuentro con la peruana Gabriela Martínez, directora de Tengan puestos los ojos sobre Guatemala. En el documental se narran las masacres de los años ochenta, y también se muestra cómo actualmente las autoridades y la comunidad internacional ayudan a reconstruir los sucesos del pasado.
La pieza audiovisual muestra que existe un archivo de la policía guatemalteca que contiene más de ochenta millones de páginas, en las que se llevaba un registro detallado del siglo pasado, hasta 1997 (un año después de la firma del tratado de paz en Guatemala). Ahí se encontraron pruebas de las personas que el Estado desapareció en los ochenta. Cuando iniciaron la reconstrucción, todos los papeles estaban en mal estado y no había un registro adecuado. Actualmente, se están digitalizando y mostrando al público todos los documentos. De esta manera, muchas personas han conocido el paradero de sus seres queridos. También, el documental narra que hay un arduo trabajo en la excavación de las fosas comunes y la identificación de cuerpos.
Martínez, al hacer este documental y distribuirlo, asegura que ha conseguido que muchos guatemaltecos entiendan qué pasó hace décadas y estén al tanto de lo que el Estado y la comunidad internacional están adelantando para reconstruir los hechos del pasado e identificar a las víctimas de las masacres y desapariciones.
Para ella, el cine que narra los sucesos trágicos de un país no es masoquista, por el contrario, ayuda a fortalecer la relación de unos con otros. La memoria de un pueblo es crucial para la no repetición y para aceptar el dolor: “Transmitir el duelo [por medio de las artes], de lo que significa recordar, ayuda a que la experiencia colectiva mejore con respecto al suceso”.
Ahora bien, casi todos los países de Centroamérica y Latinoamérica se parecen. Han vivido experiencias similares como colonizaciones, guerras de independencia (muchas lideradas por un mismo personaje), décadas de una política de democracia débil, intervención de Estados Unidos y una constante corrupción. Estas situaciones aproximan a los países y es la razón por la que afrontan etapas parecidas de violencia. Por eso Martínez, que es peruana e hizo su documental sobre la violencia en Guatemala, puede asegurar que las artes pueden ser un buen camino para proceder en Colombia si se quiere reparar a las víctimas, construir memoria e informar sobre nuestro pasado a futuras generaciones para evitar la repetición de la violencia.
En Argentina, por ejemplo, llevan años apostándole al cine para esclarecer verdades, y ha resultado. Sin embargo, según ella, en Colombia hay una resistencia a todo lo que reviva el dolor sufrido en el conflicto. Existe todavía un trauma social que se ha convertido en tabú. Es por esta razón que no se le apuesta tanto a que las artes involucren a la violencia. El público general, según Martínez, prefiere ver cine de acción o una comedia romántica que lo libere y no lo haga pensar.
Jerónimo Rivera, director de la Red iberoamericana de Investigación en Narrativas Audiovisuales (INAV), afirma que la única forma para superar este tabú es precisamente hablando de él: “En la medida en que los temas sean vetados, la resistencia es mayor y entre menos se hable sobre ellos, la gente va tener más resistencia a hablar, es una especie de círculo vicioso. Una forma es hablar de ellos, abordarlos, trabajarlos y comentarlos. Es lo que hace muchas veces el cine, experiencia que ya han tenido muchos países en los cuales se ha conseguido restaurar la memoria”.
Según, Martínez, Colombia podría empezar reconstruyendo los sucesos del pasado enfocándose en la década de los ochenta. Aún existen vacíos sobre hechos de esa época que involucran desapariciones forzadas, muertes y masacres. El cine tiene un poder para sanar mediante el relato de historias. Las artes en general, que perduran más que la vida humana, pueden ser una forma para que un pueblo se cure.