Por Eduardo Huaity González
Hace 34 años salía electo presidente de la Nación Raúl Ricardo Alfonsín, considerado por muchos como el personaje político más importante del siglo XX.
SALTA (Eduardo Huaity González) – El 30 de octubre de 1983, pasada las seis de la tarde, los argentinos teníamos un nuevo presidente electo después de siete años dictadura y algo más de diez años de violencia política. Ese día hace 34 años Raúl Alfonsín devolvía para siempre el principio republicano de gobierno y la democracia al país. Ganó una elección y llevó adelante un gobierno esquivando los intentos golpistas de los militares, el peronismo, los sindicatos y la iglesia católica.
Habían pasado siete años, siete meses y siete días desde que un golpe de Estado derrocó al gobierno constitucional de María Estela Martínez de Perón, algo más de 15 meses del fin de la guerra por Malvinas y los grupos militares aún tenían la suficiente fuerza y el apoyo político de sectores civiles como para seguir en el poder. Era a finales del 83, se había votado y había ganado el candidato menos deseado por el militarismo, izquierda y el peronismo.
Un dato a tener en cuenta: un día antes de las elecciones se levantó el estado de sitio que había sido decretado en 1974, casi una década atrás y en ese contexto político volátil, el peronismo y en especial su candidato, Ítalo Argentino Luder, había tejido una alianza con los principales cabecillas de la dictadura militar.
El 22 de septiembre de 1983, el gobierno militar en retirada dio a conocer la denominada “Ley de Pacificación Nacional”, que quitaba responsabilidades a las Fuerzas Armadas por los crímenes cometidos entre el 25 de mayo de 1973 y el 17 de junio de 1982. En esta suerte de “historia borrada”, también entraban los asesinatos, extorsiones, ataques y torturas de la Alianza Argentina Anticomunista, AAA, impulsada y financiada desde el gobierno peronista de Isabel Perón.
Esta declarada autoamnistía pretendía clausurar la revisión del pasado reciente, frenando cualquier tipo de presentación judicial civil posterior. Esta ley sería aplicada por Luder una vez que llegue al gobierno. Quienes articularon las negociaciones entre los dictadores militares y la dirigencia del Partido Justicialista, fueron los principales referentes sindicales. Alfonsín, todo el radicalismo se opuso y denunció esto, prometió que el Congreso derogaría la ley de autoamnistía militar, en cambio Luder adoptó una posición muy ambigua, en la que ponía énfasis en las consecuencias jurídicas de tal decisión. Años después el peronismo cumple su palabra con los militares y Carlos Menem decretó el indulto a represores y jefes guerrilleros condenados a perpetua durante la gestión radical.
Raúl Alfonsín fue el primer candidato en comenzar la campaña electoral en 1983. El periodista Carlos Quirós, quien lo acompañó durante aquellos meses, escribía en Clarín años después: “Alfonsín parece una bola de nieve. Sus actos concentran cada vez más gente”. El 27 de octubre, tres días antes de la votación, Alfonsín cerraba su campaña ante un millón de personas en la emblemática avenida 9 de Julio de Buenos Aires. Eufórico y cauteloso, decía: “Vinieron a decirnos que nos traían la paz, y traían la guerra. El pueblo unido, sin distinciones de peronistas y antiperonistas, radicales y antirradicales, hará su tarea para defender los derechos de todos. No va más, se acabó. Es una Argentina honrada y moral, la que viene”.
Había una sensación de cambio, de que todo estaba por dar un vuelco y esto se notaba en las consignas y la forma de llevar adelante la propuesta por parte de la militancia radical. Eran mensajes de paz, de futuro, totalmente diferentes a las consignas que el peronismo y la izquierda llevaban a las calles. La campaña de 1983 y toda la actividad política estaba signada por la esperanza de cambio, los miedos al aparato represivo de la dictadura, la violencia que traían de los setenta el peronismo y el sindicalismo y la paranoia victimizada de la izquierda. Pintar una pared o pegar carteles a la noche era un salto al vacío. No había garantía de ningún tipo porque el Estado de Sitio decretado por el gobierno de Isabel Perón en 1974 aún estaba vigente.
Los radicales y Alfonsín sobre todo, era objeto de críticas y ataques de todos los sectores. Desde la izquierda lo señalaban como “una expresión burguesa y capitalista” y bajo esa consigna acusaban a la UCR de ser financiada por la firma Coca Cola. De los “cipayos de derecha” a “zurdos antipatrias”, eran los apelativos que usaban, el último por parte del Justicialismo, que en sus filas confluían pensamiento militaristas, sindicales y católicos extremos.
Las campañas preelectorales, que comenzaron el 18 de agosto, estuvieron acompañadas por un alto grado de participación y movilización popular. Las afiliaciones a los partidos políticos tuvieron una gran respuesta que superaron todos los antecedentes históricos (2.795.000 personas se afiliaron al PJ y 1.401.000 a la UCR). El slogan político más famoso viene de esa elección. La UCR utilizó “Más que una salida electoral, es una entrada a la vida” y fue el inició de mayor estabilidad republicana en la historia argentina. Con Alfonsín la democracia argentina tuvo su gran oportunidad de funcionar.
El equipo publicitario, conducido por David Rato, optó por personalizar la campaña, centrándola en la imagen del candidato y destacando sus cualidades naturales. Varias de las frases surgidas tuvieron impacto masivo, como la frase “Ahora Alfonsín”, o la imagen de un escudo con los colores de la bandera argentina y las iniciales “RA”, correspondientes tanto a Raúl Alfonsín como a República Argentina. Quizás el símbolo más potente y de mayor permanencia es el “saludo de Alfonsín”, con la forma de un “abrazo a la distancia”, que surgió del gesto que el propio Alfonsín tuvo en un acto en el Luna Park el 7 de diciembre de 1982.
En esa elección la polarización entre la UCR y el PJ fue enorme. La fórmula de la Unión Cívica Radical, que integraron Raúl Alfonsín y Víctor Martínez consiguió el 51,74 por ciento de los votos (7.725.173 sufragios) contra el 40,15 por ciento del binomio justicialista que integraban Ítalo Luder y Deolindo Bittel. Muy lejos quedó, en tercer lugar, la fórmula del Partido Intransigente que proponía a Oscar Alende y Lisandro Viale con el 2,33 por ciento (347.654 votos).
En 1983 se presentaron 12 propuestas electorales: el Movimiento de Integración y Desarrollo llevó la dupla Rogelio Frigerio- Antonio Salonia; la Alianza Federal a Francisco Manrique-Guillermo Rawson, la Unión de Centro Democrático a Álvaro Alsogaray-Jorge Oría, la Alianza Demócrata Socialista propuso a Rafael Martínez Raymonda y René Balestra y el Partido Socialista Popular a Guillermo Estévez Boero-Edgardo Rossi .
También se presentaron las fórmulas compuestas por Francisco Cerro y Arturo Ponsati, del Partido Demócrata Cristiano; por Luis Zamora y Silvia Díaz, del Movimiento al Socialismo; por Jorge Abelardo Ramos y Elisa Colombo, del Frente de Izquierda Popular; y por Gregorio Flores y Catalina de Guagnini, del Partido Obrero.
El sistema era indirecto, según la cantidad de votos que obtenían los partidos políticos participantes en las elecciones se distribuían los electores en el “Colegio Electoral Nacional”, que era en definitiva la institución que elegía el presidente. La amplia mayoría de la UCR determinó que no hiciera falta el acuerdo con otras fuerzas políticas en el Colegio. Este mecanismo de elección presidencial que se utilizó por última vez en 1989, ya que fue eliminado por la Reforma Constitucional de 1994.
El 10 de diciembre de 1983 Raúl Alfonsín asume la presidencia de la Nación. Desde el balcón de la Casa Rosada aseguró que “una feliz circunstancia ha querido que este día en que los argentinos comenzamos esta etapa de 100 años de libertad, de paz y de democracia, sea el Día de los Derechos Humanos” prefigurando el juicio a las Juntas que tendría lugar un año y medio más tarde. Democracia, paz y derechos humanos, fueron los ejes del discurso del flamante presidente.