Texto y Fotos:
María Paz Gómez @PazGGomez
El dramaturgo Arthur Miller escribió que “el teatro es el único arte donde la humanidad se enfrenta a sí misma”. Ningún otro arte representativo ha sido espejo de los rincones más oscuros de la condición humana o reflejo de nuestros actos más loables. Desde los antiguos griegos, el teatro ha tenido la fuerza de arrojarnos a dilemas morales, lecciones éticas y enseñanzas acerca de la vida, viéndolas representadas en la piel de los personajes que una vez que se abre el telón nos arrojan a un amado espacio de revelaciones donde todo es posible.
Entre las múltiples maneras que tenemos como garante de no repetición en un país que ha parecido condenado a cien años de soledad y guerra, se encuentra la construcción de memoria historia, una memoria que no solo sirva para recordar el pasado como fue, sino para resignificar el presente aprendiendo de los errores cometidos, de las injusticias perpetradas y las ideas e ideologías que nos hicieron dividirnos mortalmente como país. Aquí el teatro también se presenta como una herramienta fértil para la construcción de memoria, una memoria que nos permita transitar hacia un horizonte de paz. Tal es el caso del “Teatro por la Paz de Tumaco”, un colectivo conformado por niños, niñas, adultos y abuelos que han encontrado en el arte escénico una manera para las sanar las heridas que el conflicto armado ha dejado en esta población del Departamento de Nariño.
La obra “El Olvido Está Llena de Memoria” de la compañía Teatro por la Paz de Tumaco, fue presentada en el Festival Internacional de Teatro de Manizales que para este año 2017, cumplió su trigésima novena versión posicionándose como el festival de artes escénicas más importante del Eje Cafetero y el festival de teatro más antiguo de Latinoamérica.
Este montaje invitado al Festival, bajo el auspicio del Ministerio de Cultura, fue inspirado en la teoría del “teatro del oprimido”, una metodología que permite trabajar con personajes, historias y testimonios reales para denunciar la guerra o las múltiples violencias que han padecido las poblaciones vulnerables.
“Vivimos una época en Tumaco donde aparecía muerto tras muerto, entierro tras entierro y nadie decía absolutamente nada, porque el solo hecho de ser testigos y de hablar en el bus o de comentar esto en la calle era peligroso”, dijo Maricruz Cruel, directora y actriz de la obra quien decidió dedicar su vida a enseñar teatro en Tumaco al ver la falta de oportunidades y de espacios de creación que tenían los jóvenes, como una estrategia para alejarlos de los caminos del crimen y el tráfico de drogas, problemáticas muy comunes en la zona.
“En Tumaco los jóvenes no tienen casi oportunidades, nosotros tratamos de abrirle una puerta a estos jóvenes para escucharlos, acompañarlos e invitarlos a crear y ellos asisten muy contentos porque en el proceso de la obra ellos bailan, juegan, crecen y construyen un sueño de vida”.
En la primera década de los años 2000 las masacres por parte de grupos paramilitares sitiaron esta población y los tumaqueños vivieron una época de terror y silencio. Asesinatos, amenazas a campesinos, violaciones a mujeres y reclutamientos indiscriminados eran el diario vivir de esta comunidad afrocolombiana, cuya ubicación geográfica y su clima la han convertido en un punto estratégico para el cultivo de coca y el tráfico de drogas.
Los casos que suceden en la obra “El olvido está lleno de memoria”, ocurrieron en la realidad y justamente por eso representar esta historia es un acto de valentía y de sanación, una catarsis que solo es posible vivir a través de un teatro que se mezcla con la vida y se sirve de la estética para transformar el dolor en arte como símbolo de resistencia.
La simbología utilizada en la obra incorpora un ritual de los pueblos Afrodecendietes llamado “El Chigualo”, una ceremonia de velación que se realiza cuando muere un niño o una niña en la región Pacífica de Colombia. Contrario a un ritual lúgubre, el Chigualo consiste en canciones alegres, bailes y rondas infantiles, al ritmo de la música tradicional. Todo esto ocurre junto al pequeño difunto que reposa en una cuna como si durmiera un sueño profundo.
Esta no es una obra común, política y arte van de la mano en esta representación escénica que fue estrenada en durante una audiencia pública en el año 2013. Los primeros espectadores fueron sus victimarios cuando “El Olvido Está Lleno de Memoria” se presentó como parte de los testimonios que se expusieron en las dos audiencias públicas realizadas en Tumaco, donde participaron los paramilitares amparados por la llamada “Ley de Justicia y Paz”, abanderada por el presidente Álvaro Uribe durante su gobierno.
“Presentamos la obra frente a los paramilitares en el juicio donde iban a pedir perdón por las masacres cometidas. Sentimos un pánico total porque en nuestra obra se denunciaban las muertes y violaciones que ellos causaron. Tomamos fuerza e hicimos la obra pero cuando la representábamos nos dimos cuenta que ellos no eran capaz de mirarnos a los ojos. Cuando terminamos nadie dijo nada, no hubo aplausos y salimos. Ahora sentimos que el teatro nos permitió decir toda la verdad de una forma artística”, recordó Maricruz dando cuenta de lo sucedido con esta obra, cuya mejor función no tuvo aplausos pero dio voz al silencio de muchos.
Vale la pena señalar que esta iniciativa por la paz a través del teatro no es nueva, se han realizado más de 10 montajes por parte de este colectivo teatral cuyo proceso comenzó en época de guerra y fue auspiciado por la Diócesis de Tumaco en cabeza del padre Gustavo Girón, quien permitió que los ensayos de las obras se realizaran en la iglesia y algunas veces la homilía fue remplazada por el estreno de alguna de sus creaciones, que siempre han tratado temas de violencia, reconciliación y paz.
Al preguntarles a sus creadoras por el título de la obra, dicen que fue inspirado en un poema del escritor Uruguayo Mario Benedetti, tras unas modificaciones que permitieron contar su propia historia para convertirla en literatura. Aquí un fragmento narrado por Norah Bonilla, una de las actrices:
“El olvido está lleno de memoria, de los desaparecidos, de los enterrados en fosas clandestinas, de aquellos que ni la muerte podrá su voz callar. De aquellos que como tú que vivían en el silencio aprenderán a calentarse el corazón con los recuerdos. Recuerdos de este pueblo que mira a través de sus sueños.
El día o la noche en que el olvide estalle, salte en pedazos o explote, los recuerdos atroces o los de maravilla, quebrarán con sus gritos el miedo a la noche y arrastraran por fin su verdad por el mundo… y esa verdad será que no hay olvido, porque el olvido está lleno de memoria”.
Sin duda su presentación en el Festival de Teatro de Manizales estuvo acorde a la consigna de este año: “el teatro te abre los brazos”, y realmente invitó a los espectadores a un conmovedor abrazo de reconciliación que complementó un cartel de artistas provenientes de 10 países de Europa y Latinoamérica que llenaron de historias y vida al Eje Cafetero.