Por Josep Oliver
En su historia contemporánea, Chile tiene varios dolorosos puntos en común con nuestro país. Justo cuando en España empezaba a declinar la figura del dictador Franco, en Chile se cometía otro acto contra un gobierno legítimo. Antes de que el 11-S fuera propiedad de Estados Unidos, en 1973 el Palacio de la Moneda se convirtió en el escenario de un golpe de estado militar encabezado por Augusto Pinochet, que instauraría un régimen militar que habría de durar dieciesiete años. El francés Olivier Bras y el argentino Jorge González se han adentrado en la memoria reciente de Chile para contarnos en ¡Maldito Allende! los últimos días de Salvador Allende, presidente legítimo del país, y su relación con Pinochet. Publica en nuestro país ECC.
Para ello, Bras y González emplean a Leo, un chico de una familia chilena que emigró a Sudáfrica con la entrada de los comunistas al poder, para articular su cómic. Su familia es una firme defensora de Pinochet, y de esta manera, la visión de Allende que tiene Leo es la de la personificación del caos. Años más tarde, Leo debe volver a Chile y es de esta manera que se reencuentra con el pasado de su país, descubriendo otra visión de los mismos hechos, una visión muy diferente a la que había oído en casa.
Con anterioridad, los autores ya habían creado una historia corta para una revista centrada en esta idea. Bras había sido corresponsal en Chile de medios francófonos y llegó al país justo cuando se produjo el arresto de Pinochet en Londres en 1998, en los últimos años del dictador. Ambos querían contar su propia versión de la caída de Allende desde su propio punto de vista, humanizando a ambos, pero teniendo bien claras sus posiciones. “Tanto Olivier como yo amamos la figura de Allende”, dicen los autores en la entrevista final incluida en el tomo. Así que el personaje de Leo es sólo una excusa para crear una novela gráfica documental: a medida que avanza, la trama histórica despega y se aleja de ese incipit, puesto que lo que buscan ambos autores es centrarse en los hechos. González pone aquí toda la carne en el asador en su característico estilo abocetado. El argentino tiene un trazo muy versátil, y en esta ocasión opta por un estilo realista pero que al mismo tiempo está apenas insinuado, que resulta frágil como la memoria y sus protagonistas. Los tonos que prevalecen son fríos y apagados, y el conjunto tiene un aspecto plomizo y trágico como el de un cielo a punto de descargar.

De Allende, Bras y González retratan su integridad, su compromiso, y fabulan sobre el terrible peso que pudieron suponer sus últimas horas. De Pinochet, vemos sus dudas iniciales, su humanidad, aunque no se nos cuenta nada de los terribles crímenes que cometería una vez en el poder.

Pinochet finalmente moriría anciano y en su patria, como nuestro dictador, pero al menos habiendo pasado la humillación que le supuso que, anciano y decrépito, se le retuviera durante meses en Gran Bretaña por las atrocidades de su regimen militar.
Excelentemente planificada y ejecutada, esta novela gráficaplanea sobre uno de los episodios más cruentos de la historia contemporánea de Latinoamérica, y lo hace con nota. El buen hacer de los autores es la garantía de un excelente cómic. Posiblemente, otro de las mejores obras de 2017.