Por Hernán Khatchadourian
Este testimonio audiovisual, realizado en 2015, se transforma en un ida y vuelta en simultáneo entre dos ciudades, en la que se recuerda el centenario del primer genocidio del siglo XX.
Antes de comenzar a analizar este nuevo documental dirigido por Teresa Saporiti y Claudio Remedi, es ideal observar cómo ha evolucionado la sociedad alemana a 70 años del holocausto. El siguiente, es un extracto del film ¿Qué invadimos ahora? De Michael Moore.
Una vez en claro este punto, cabría preguntarse cuál es la causa por la cual el estado de Turquíano toma la misma actitud y reconoce el genocidio armenio cometido hace 102 años.
Desde 1915 hasta los primeros años de la República de Turquía -fundada por Mustafá Kemal Attatürk (1923)- se calcula que murieron un millón y medio de armenios.
La diáspora de los sobrevivientes se extendió desde el Medio Oriente –Líbano, Siria, Turquía, Irak, Irán, Egipto, Israel, Chipre- hasta el mundo occidental -Francia, Grecia, Gran Bretaña, Bélgica, Alemania, Suiza, Italia, Austria, Estados Unidos, Canadá, México, Brasil, Uruguay, Venezuela, Chile, y Argentina.
En Argentina el ingreso de exiliados armenios se da en la década del `20. Actualmente en este país, la colectividad armenia cuenta con aproximadamente ciento veinte mil integrantes.
En 2015, en ocasión de cumplirse el primer centenario de esta tragedia, el gobierno turco, lejos de cambiar esta actitud, se dedicó a pagar pasajes para integrantes de la prensa mundialcon el objeto de hacerles conocer ese país, pero de reconocer los errores (crímenes de lesa humanidad) del pasado, ni noticia.
Este 30 de noviembre se estrenó Sinfonía en abril, un documental que conecta dos ciudades, Buenos Aires (Argentina) y Erevan (Armenia), En el marco de la conmemoración de los 100 años del genocidio armenio, las comunidades de ambas ciudades se preparan para honrar a más de un millón y medio de víctimas, y de renovar el reclamo de justicia, que sigue vivo a pesar del paso del tiempo.
El 24 de abril de 2015, a cien años del primer genocidio del siglo XX, en Erevan, una manifestación comience su recorrido por la ciudad hacia el memorial. Una multitud de personas camina en silencio, algunas llevan carteles con fotos de la masacre, la mayoría pequeños ramos de flores. Al caer la noche se encienden velas. La multitud deposita sus flores en el monumento del genocidio. Tantas se acumulan, que semejan montañas de colores.
En Buenos Aires una marcha atraviesa la ciudad nocturna. Las dos ciudades hermanadas se iluminan con el fuego de las antorchas. A pesar del siglo transcurrido, el ejercicio de la memoria y el reclamo continúan vivos.
Simultáneamente inusuales prácticas de danza, un coro multitudinario que ensaya en una iglesia, donaciones de sangre masiva, toman cuerpo junto a escenas de actos que conmemoran el genocidio argentino, en el que también hubo víctimas descendientes de armenios. A través de estas manifestaciones, la búsqueda de la comunidad es hacerse visible, contraponiendo la tragedia del genocidio y el éxodo a los valores de una cultura viva.
Así, entre preparativos para un acto público que se lleva a cabo en el Hipódromo de Palermo, clases de armenio en una escuela de la colectividad y diversos aspectos de la vida diaria de los descendientes de inmigrantes de ese origen, tiene lugar esta película, que también refleja cómo el destino afecta a un pueblo al punto de que su historia se sigue desarrollando muy lejos de su patria.