Por Cecilia Calderón Prieto de Castro
Hace 39 años el 29 de noviembre de 1978, la dictadura militar que gobernaba el Ecuador ejecutó el atentado criminal al líder político, economista Abdón Calderón Muñoz (fue baleado en la calle Pedro Lavayen, en Guayaquil), quien murió el 9 de diciembre de ese año. La gente lo apodaba el Fiscal del pueblo por su valor para denunciar los atropellos a la democracia, las erráticas políticas económicas, el despilfarro de los fondos públicos y la corrupción; lo que hacía desde la cátedra universitaria, la columna de opinión en Diario EL UNIVERSO, y como político.
Fue, sobre todo, un opositor beligerante y de altura, a las dictaduras del doctor José María Velasco Ibarra, del general Guillermo Rodríguez Lara del triunvirato militar. Su profundo conocimiento de la economía le permitió poner el dedo en la llaga para demostrar la corrupción, y los errores en el manejo de la hacienda pública. Eso lo hizo merecedor de muchos carcelazos, confinamientos en cuarteles militares del Oriente ecuatoriano, destierro a Paraguay. En la militancia y dirigencia del Partido Liberal Radical, fue concejal de Guayaquil y varias veces diputado; fue asambleísta constituyente en 1967. En 1978 fue candidato a la presidencia de la República por el Frente Radical Alfarista, partido que él fundara para luchar contra la dictadura militar. En el momento de su asesinato, 1978, era un popular candidato a diputado y ciertamente iba a llegar al Parlamento nacional para fiscalizar diez años de dictadura, y hacer justicia al pueblo ecuatoriano empobrecido, a pesar de su riqueza agrícola y petrolera. Solía repetir los versos de Olmedo: “… Yo me diré feliz si mereciere, en premio a mi osadía, una mirada tierna de las Gracias, y el aprecio y amor de mis hermanos, una sonrisa de la Patria mía, y el odio y el furor de los tiranos”. Y así fue. Abdón Calderón Muñoz fue un mártir de la democracia ecuatoriana, pues los tiranos, sabiendo del aprecio y cariño que el pueblo le tenía, pretendieron con el asesinato sembrar el caos en la República e impedir la realización del plan del retorno a la democracia. En ese momento los hijos de Calderón Muñoz, sus hijos de la carne como somos nosotros y los hijos de su espíritu que eran sus partidarios y amigos, a pesar del dolor asumimos con firmeza el reclamo por la justicia y democracia. Por primera vez en la historia se logró establecer mediante un proceso judicial, que este crimen político fue planeado, financiado, ordenado desde las más altas esferas del poder político, y se señaló como responsable al entonces ministro de Gobierno de la dictadura.
El candidato a presidente de la República, abogado Jaime Roldós Aguilera, de inmediato de conocer sobre el asesinato de su amigo, proclamó “no habrá perdón ni olvido para los asesinos de Calderón”. El Ecuador de hoy es heredero de la lucha y heroicidad de hombres y mujeres valientes y dignos, que lucharon por una sociedad libre, justa, digna, equitativa y solidaria.
Los políticos y asambleístas de hoy desconocen de esta historia. El gobierno de Alianza PAIS tiene entre sus pecados el haber indultado a los gobiernos dictatoriales que mataron a sus opositores, abusaron del poder en todo sentido, despilfarraron los recursos, endeudaron al país para cobrar comisiones, nunca fueron fiscalizados. Esto es así, pues en la Ley de Reivindicación de Víctimas de Derechos Humanos que aprobaron, establecieron que esta norma solo regía desde el tiempo del gobierno del ingeniero León Febres-Cordero; así excluyeron de la sanción a los dictadores, y excluyeron del reconocimiento del Estado y de la historia a este gran hombre de virtudes cívicas insuperables, valiente mártir de la democracia ecuatoriana. Reivindicaremos este pasaje de la historia, pues el Ecuador necesita ejemplos de generosidad en la lucha por una nueva y más justa nación.